Barby, Tiko, Kiara y Hadi, los perritos que hablan

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Relajado, feliz o estresado siempre tienen algo que “decir”.

Que los perros se comunican constantemente con sus dueños es una evidencia. Vale que no pueden hablar, pero su lenguaje gestual es suficiente para que, con unas nociones básicas, los humanos podamos entender qué les sucede y qué necesitan. La experta entrenadora Allie Bender ha dado algunas pistas para ayudar a identificar mejor sus gestos más habituales.

Por ejemplo, mover el rabo siempre se ha asociado a que el perro está contento. Sin embargo, eso no siempre es así. “Si la mueve de un lado a otro lentamente puede ser que esté relajado y feliz de verte, pero si lo hace de forma rápida o espasmódica podría ser que está alerta”, advierte.


Lamerse el labio o bostezar suele venir asociado de estrés. “Cuando se acaricia a un perro, este grita para comunicarse con él. A menudo lo vemos inclinar la cabeza, mirar de reojo y bostezar o lamerse los labios porque lo tolera en lugar de amarlo”. Sin embargo, tenerle detrás tumbado o sentado implica confianza. Cuando un perro apoya el pecho en el suelo y levanta el lomo significa que quiere jugar contigo, pero si tiene el pelo erizado es otra señal de estrés.

El momento de acercarse a otros perros es también un nido de señales. Si lo hacen formando un arco en su trayectoria, en vez de hacerlo de frente, demuestra que hay una amistad previa y no debería haber peligro. El olisqueo trasero también es buena señal.


Por último, cuando hay muchas partes del entorno arañadas puede deberse a que el perro está aburrido. “Puede también usarse como una forma de comunicación que dice: ‘Oye, humano, haz cosas conmigo’. Conozco un caso en el que el perro sabía que la forma de que el humano jugara con él era arañar el sofá”, zanja.